Divagaciones Matutinas: ¿Cuáles son tus creencias?

Por Karina Acevedo Whitehouse

Notepad, laptop and coffee cup on wood table. View from above

 

En estos días he pensado mucho sobre diversas cosas y en particular sobre las creencias; en cómo son (frecuentemente) heredadas. En cómo marcan nuestra vida. Pensaba en las creencias que han salido a la superficie y prevalecido en la mayoría de la humanidad desde marzo de 2020 y que a 19 meses de distancia han agarrado aún más fuerza. 

Me impresiona cómo muchas de esas creencias no tienen sustento real. Como si fuera el resultado de un mago de espejos y humo, han logrado que un alto porcentaje de la humanidad las crea. Veamos algunas (en todos los temas que menciono, en posts previos he presentado las referencias cientificas que sustentan lo dicho):

1) La creencia de que SARS-COV-2 es un virus altamente letal. No es así, por admisión misma de la OMS, CDC, y autoridades sanitarias de todos los países. Su letalidad es igual que la del virus de la influenza estacional de muchos años (menos de 0.2% a nivel global) y queda claro que tiene un componente etario y de comorbilidades pro-inflamatorias marcadísimo. 

A pesar de la evidencia, muchos siguen percibiendo a SARS-COV-2 como si fuera Marburg (un virus con 70 a 80% de letalidad; o viruela, un virus con 33% de letalidad). He tenido oportunidad de charlar con algunas personas, jóvenes y viejas, y muchas han expresado «si me infecto de SARS-COV-2, moriré». 

La evidencia muestra todo lo contrario pero la creencia es más fuerte, y determina el actuar, el vivir, en consecuencia.

2) La creencia de que la vacunación es lo único que terminará con la pandemia. De nueva cuenta, esta creencia carece de sustento científico conceptual (inmunizar con vacunas no neutralizantes que inducen respuestas demasiado específicas a una sola proteína viral, una que es altamente cambiante, y hacerlo durante períodos de alto contagio, es la receta perfecta para seleccionar variantes virales que escapen de las respuestas inmunes de los vacunados). Más allá de la teoría, la evidencia empírica demuestra este fracaso (mayor incidencia de casos en la mayoría de los países altamente vacunados que en la misma temporada de hace un año cuando no había uso masivo de vacunas). Pero la creencia obnubila la razón, y determina el actuar, aunque sea ilógico e irracional: de ahí el aceptar más y más dosis (aunque sea del mismo producto que no está ofreciendo protección).

3) La creencia de que «seguir la ciencia» quiere decir no cuestionarla, y quien lo hace es anti-ciencia, anti-social, anti-humanidad. Esa creencia, comprada a los medios de comunicación y dueños de las redes, germinó debido a una profunda ignorancia sobre lo que es el proceso científico: un eterno cuestionar; incluso a lo establecido, para así no crear dogmas.

4) La creencia de que alguien libre de vacuna es peligroso. Esta creencia sería interesante para quienes estudian la mente humana. Las inoculaciones «COVID-19» no evitan la infección ni detienen la transmisión (de nuevo, hasta aceptado abiertamente por la OMS, CDC, etc.) y la carga viral es igual o mayor en vacunados que en personas libres de vacunas. Por otro lado, se vacunaron porque confiaban en que la vacuna los protegería. ¿Por qué, entonces, temer a alguien libre de la vacuna? En cualquier caso, si las vacunas estuvieran funcionando adecuadamente, los únicos en riesgo tendrían que ser quienes no se inocularon. ¿Pueden ver lo absurdo de esta creencia? Pero, a pesar de la evidencia, del sustento cientifico, de la argumentación lógica, el miedo a los que, por el motivo que sea no se han inoculado, resiste y prevalece en muchos quienes justifican, exigen y hasta exacerban las medidas igualmente ilógicas.

Podría seguir y seguir enlistando y desmenuzando «creencias COVID-19», pero ese no era el objetivo de este texto. 

Lo que quería era plantear aquí la importancia de revisar nuestras creencias, de preguntarnos de dónde vienen, si siguen siendo válidas, si podemos soltarlas y actualizarlas. Muchas veces andamos por la vida con creencias caducas, y ni cuenta nos hemos dado.

Cuando era adolescente e íbamos a un restaurante (Vivaldi, en Cuernavaca) a desayunar, solía pelearme con mi hermana por un pan dulce que traían – un chocolatín – hasta que, un día, victoriosa y feliz por haber tomado primero el pan de la canasta, me di cuenta que ese pan no me gustaba. ¡Operaba bajo una creencia caduca que se volvió costumbre hasta que la pude actualizar!

¿Se imaginan lo que sería posible en el mundo si la humanidad actualizara sus creencias? ¿Si hiciéramos todos una introspección profunda sobre aquello que creemos y que rige nuestros días? ¿Si nos permitiéramos cuestionar cada noticia, cada nota de los medios, cada anuncio de las farmacéuticas? ¿Se imaginan si pudiéramos, como humanidad, incorporar la evidencia para permitirnos percibir a SARS-COV-2 como percibimos al virus de la influenza estacional: a veces nos infectamos y la mayor parte de las veces no pasa de unos 5 días de tener molestias respiratorias; hay quien elige vacunarse contra la influenza y es un asunto personal y privado que no define nuestras relaciones laborales ni interpersonales, ni prohíbe los viajes, ni separa familias. 

¿Se imaginan? ¿Pueden hacerlo? Si lo logramos, podremos recuperar lo que hemos perdido desde hace ya tanto tiempo: la esencia libre de la humanidad.


* La autora es Doctora en Ecología Molecular por la Universidad de Cambridge y Profesora e Investigadora de Tiempo Completo en la Universidad Autónoma de Querétaro

Karina Acevedo Whitehouse

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