El rescate de Petróleos Mexicanos (Pemex) no ha sido una tarea sencilla para el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). La situación tan crítica en la que dejaron a la denominada «empresa productiva del Estado» las Administraciones anteriores ha exigido que el plan de recuperación de la petrolera sea una de las prioridades de su Gobierno.
Pemex se recupera contra viento y marea, en medio de avances y retrocesos. Por una parte, la caída de la producción logró estabilizarse. Por otra parte, sin embargo, el programa de rehabilitación de las seis refinerías existentes no consigue despegar: los volúmenes de procesamiento se encuentran en mínimos históricos a pesar de la inyección de inversiones.
Investigadores especializados en energía entrevistados por RT destacan los esfuerzos del Gobierno de la denominada ‘Cuarta Transformación’ para sacar adelante a Pemex. No obstante, en lugar de adoptar una estrategia de diversificación y de fomento de las energías renovables, cuestionan, todo se ha reducido a conseguir, a cualquier precio, la autosuficiencia en la producción de gasolina.
Las metas de producción de petróleo, establecidas al principio del sexenio, no han logrado cumplirse. En el Plan de Negocios 2019-2023, Pemex se fijó el objetivo de producir 2,697 millones de barriles diarios para 2024, cuando el presidente López Obrador concluye su mandato. En el Plan de Negocios 2021-2025, en cambio, la meta se ajusta a 2,164 millones de barriles diarios, esto es, 533.000 barriles diarios menos en comparación con la proyección anterior.
La petrolera explica que el ajuste a la baja obedece a retrasos tanto en la construcción de infraestructura, como en la perforación de pozos en los 20 yacimientos considerados prioritarios. El tamaño de estos yacimientos, puntualiza, no es muy grande, con lo cual, los volúmenes de producción son mucho menores si se los compara con los alcanzados en décadas previas.
«Los yacimientos que ahora tiene que desarrollar Pemex presentan mayores desafíos, de mayor complejidad y, por lo tanto, son más caros, por lo que mantener los niveles de extracción es una tarea complicada, pero a pesar de ello, se ha logrado estabilizar la producción», explica Rosío Vargas Suárez, investigadora especializada en el sector energético.
El ajuste a la baja en la meta de producción no es en sí mismo un fracaso, asegura, pues «el Gobierno tuvo el acierto de rectificar la meta ante la brutal coyuntura de la caída de los precios del petróleo y la fuerte reducción de consumo mundial de crudo y de combustibles», factores derivados a raíz de la pandemia de covid-19 y la creciente incertidumbre en la economía mundial.
Vargas Suárez pone de relieve que, desde la puesta en marcha de la estrategia para rescatar a Pemex, el Gobierno encabezado por el presidente López Obrador alcanzó «dos logros que no son un asunto menor», primero, estabilizar el nivel de producción y, desde el año pasado, un aumento.
Cabe destacar que los promotores de la reforma energética aprobada en 2013 durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto habían prometido que, gracias a la participación de empresas privadas, la producción de crudo alcanzaría los 3,5 millones de barriles de crudo por día para el año 2025.
Pero una vez implementada la reforma, lejos de aumentar, la producción de crudo cayó. Y no fue sino hasta 2019, bajo el Gobierno de AMLO, cuando tras 14 años de caídas consecutivas la producción finalmente se consigue estabilizar y, para 2020, comienza a incrementarse.
«Al inicio de la Administración de Peña Nieto, la producción se encontraba rondando los 2,5 millones de barriles diarios, al finalizar, se desplomó hasta los 1,6 millones (…) en marzo de 2020, sin embargo, Pemex logró revertir la situación y llegar a los 1,7 millones de barriles diarios y ha conseguido mantener el nivel en los primeros meses de 2021 en 1,6 millones de barriles diarios», destaca Vargas Suárez, actualmente consejera independiente del Consejo de Administración de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Lo malo: tropiezos en la rehabilitación de refinerías
Una asignatura pendiente es la rehabilitación de las seis refinerías existentes. Se trata de un reto que, de acuerdo con Víctor Rodríguez Padilla, catedrático de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, se ha convertido en un «talón de Aquiles», pues las inversiones ejecutadas no han conseguido incrementar los volúmenes de procesamiento.
La falta de inversión, paros técnicos y desastres naturales deterioraron la capacidad de procesamiento durante los últimos años, colocando a la economía del país en una situación de gran vulnerabilidad.
De acuerdo con datos oficiales, entre 2008 y 2018 la capacidad de producción de las seis refinerías se desplomó en más de un 50 por ciento. Durante los últimos Gobiernos prevaleció la inercia: ni modernizaron las instalaciones en operación ni ampliaron las capacidades del Sistema Nacional de Refinación. De hecho, la última refinería se construyó en Salina Cruz (Oaxaca) hace más de 40 años.
Para incrementar la capacidad de procesamiento, el actual Gobierno construye una refinería de gran tamaño, la refinería de Dos Bocas, con un costo aproximado de 180.000 millones de pesos (unos 9.000 millones de dólares) y que, una vez que arranque operaciones, tendrá una capacidad de procesamiento de 340.000 barriles diarios.