Divagaciones matutinas

‘Things do not change, we change’ (Las cosas no cambian, cambiamos nosotros). Henry David Thoreau, filósofo, escritor y poeta estadounidense

Ayer volví a toparme con esa frase (fue como un reencuentro con un viejo amigo) y me quedé pensando en que muchas veces cometemos el error de querer que las cosas simplemente cambien. Así, mágicamente, ya sea con un chasquido de dedos o con una revolución, con lo que haga falta para que ‘eso’ que no me gusta, ‘eso’ que me causa problemas deje de estar.

Pero lo cierto es que si no cambiamos nosotros, lo demás no cambiará nunca realmente. Acabamos de celebrar en México el 111 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Una revolución sangrienta, dura, histórica sin lugar a dudas. Una revolución que en muchos sentidos comenzó con necesidades genuinas y con gente que estaba comprometida con esa causa, pero que al final, de muchas formas, fue un movimiento que permitió perpetuar mucho de aquello que decía combatir.

No quiero desatar polémicas ideológicas, así que me enfocaré en la definición matemática de una revolución: una vuelta completa en un círculo. Una vuelta completa que te deja en el mismo lugar. 360 grados que te regresan al origen.

Socialmente hablando, una revolución puede dejarte en el mismo lugar habiendo dado toda una vuelta (que todo cambie para que todo siga igual). A título personal, definitivamente deseo que esto (la pandemia, el miedo, la desconexión de la razón y la lógica, el silenciamiento masivo de la intuición, las arbitrariedades y discriminaciones), nos sirva para un cambio real.

Pero también sé que si no cambiamos nosotros – producto de una verdadera transformación personal- no será real el cambio que logremos. Tal vez logremos quitar o detener algunas cosas que, como el monstruo de las mil cabezas, regresarán tarde o temprano y estaremos de nuevo ahí, en el mismo lugar que pretendimos superar. El asunto es, a nivel individual ¿cómo cambiar? Todo un tema y no pretendo tener la respuesta. Pero algo me dice que tiene que ver con la congruencia, la compasión, el respeto y el buscar a toda costa la veracidad.

Tal vez podemos intentar que cada vez que sintamos esa desesperanza, esa rabia, ese rencor, ese miedo por lo que estamos viviendo, y deseamos que cambie, seamos honestos con nosotros mismos y nos preguntemos ¿de qué forma podría yo ser diferente en mi reacción? ¿De qué forma podría hacer algo, en mí, en mi comunidad que sea distinto a como reacciono siempre y que sea congruente con lo que pienso y siento, sin dañar a otros?

Tal vez nos sorprendamos. Y si no, al menos habremos honrado a Thoreau.

* La autora es Doctora en Ecología Molecular por la Universidad de Cambridge y Profesora e Investigadora de Tiempo Completo en la Universidad Autónoma de Querétaro


Karina Acevedo Whitehouse

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