Divagaciones Matutinas: La inmunidad post-infección es muy eficaz y altamente segura

Llevo (al igual que muchos otros científicos y médicos) explicando que el sistema inmune con que contamos lleva más de 450 millones de años de experiencia, desde que divergieron los vertebrados con mandíbula (gnatostomados) de su ancestro. Todos los vertebrados gnatostomados contamos con dos tipos de respuestas: las innatas y las adaptativas, y estas últimas son las que nos permiten, mediante la generación de anticuerpos por parte de los linfocitos B y activando a los linfocitos T, tener respuestas muy específicas y con memoria (que dura, en algunos casos, toda la vida) lo que nos da protección contra reinfecciones.

Por supuesto que el desarrollo de vacunas y su implementación durante finales del Siglo XIX e inicios del Siglo XX, jugó un papel, en conjunto con otras medidas de salud pública como mayor higiene, mejor nutrición, potabilización del agua y el desarrollo de antibióticos para que fueran disminuyendo muchas enfermedades infecciosas que ocasionaban enfermedad y, en ocasiones, alta mortalidad. Y por supuesto que el estar vacunado con productos que funcionan adecuadamente ayuda a que, si nos enfrentamos a ese virus (o bacteria) en el futuro, estemos protegidos. 

Sin embargo, el proponer – como parecen estar haciendo las farmacéuticas, políticos y algunos médicos y científicos – que la inmunidad que generan las vacunas excede la inmunidad que podemos tener después de una infección natural es, en el mejor de los casos, equivocado, y en el peor de los casos manipulativo y engañoso. 

De hecho, las vacunas funcionan precisamente porque tenemos un sistema inmune funcional. De lo contrario, no servirían de nada.

En el caso de las inoculaciones actuales contra COVID-19 (normalmente diría, porque es lo correcto, vacunas contra SARS-CoV-2, pero dado que no cumplen esos criterios, y no evitan la infección y la transmisión, he tenido que llamarlas de esta manera) basadas en ARNm (Pfizer/BioNTech y Moderna) y en vectores adenovirales (Astrazeneca, Janssen, Cansino), solamente se logra activar respuestas inmunes – principalmente basadas en anticuerpos – contra una sola de las proteínas del virus SARS-CoV-2, la proteína Spike. 

Desafortunadamente, esta proteína acumula mutaciones rápidamente (mucho más que las otras proteínas del virus) y está bajo mucha presión selectiva. Esto, en resumidas cuentas, hace que cualquier protección que se pudiera tener con esas inoculaciones no sea efectiva, y eso, como han podido ver en las publicaciones que les he compartido, es justo lo que está ocurriendo. 

Por otro lado, el mecanismo de acción de – al menos – las inoculaciones de ARNm es más sesgado hacia la generación de anticuerpos que hacia la activación de todos los efectores que de manera natural se activarían en una infección natural. 

Y dado que ya se reportó que la respuesta inmune que solo se basa en anticuerpos puede ser no protectora para COVID-19, esto no es lo mejor. En conjunto, por eso se habla de “pérdida de efectividad” de las inoculaciones, o de “infecciones que evadieron a la protección de la inoculación”, y por eso se está queriendo dar refuerzos cada seis o hasta cada tres meses (como en Francia: https://www.theguardian.com/world/2021/dec/27/france-cuts-third-booster-jab-delay-to-three-months-amid-omicron-spread). 

Pero el asunto es que, simplemente no están siendo efectivas. Aplicar refuerzos del mismo producto en el marco de la presencia de nuevas variantes no es solo incorrecto. Podría considerarse como una locura. Hacer lo mismo esperando resultados diferentes. 

A estas alturas, a casi dos años de haber iniciado esta pandemia, una buena parte de la población mundial ya ha sido expuesta al virus (recuerden que es un virus muy poco letal) lo que implica que una buena parte de la población ya cuenta con inmunidad generada de forma natural contra el virus. Y esta inmunidad tiene alta efectividad y es muy segura. 

Tan alta efectividad que es realmente infrecuente que una persona que ya se infectó/enfermó vuelva a enfermar (incluso si se infecta con una nueva variante: recuerden que la inmunidad generada por una infección nos permite reconocer muchas diversas proteínas del virus, incluso las que no mutan, así que incluso estamos protegidos contra nuevas variantes).

Acaba de salir publicado (el 23 de diciembre) este artículo en formato “carta al editor” en la revista New England Journal of Medicine (https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMc2108120). El artículo se titula (traducido del inglés); “Severidad de las reinfecciones de SARS-CoV-2 comparado con las infecciones primarias”, y describe un estudio realizado en Qatar, donde entre 353,326 personas que se habían infectado y desarrollado inmunidad, se dieron cuatro reinfecciones que necesitaron hospitalizarse, ninguna que requiriera cuidado intensivo y ninguna muerte. Lo diré de nuevo: 4/353,326 hospitalizaciones (0.00113%), y ningún caso de cuidado intensivo y ninguna muerte. 

¡Ninguna! Vaya porcentaje de efectividad. Y sin efectos adversos. Sí, contamos con esa protección que puede ser inducida de manera natural. Debemos brindar este año nuevo por nuestro ancestro gnatostomado en el que se dieron procesos evolutivos que nos permiten esta proeza que tanto darían las farmacéuticas por tener.

Uno tiene, forzosamente, que cuestionar, ¿por qué no se toma en cuenta la inmunidad natural? ¿Por qué se obliga o cuasi-obliga a la gente a recibir una inoculación que tiene una mediocre efectividad y requiere una y otra y otra aplicación ad nauseum? 

Y, ¿por qué la mayoría de los médicos no parecen comprender las bases de inmunología y estos hallazgos que – por lo demás – vuelven a constatar lo que ya se sabía y se publicó en diversos estudios sobre la inmunidad efectiva y de larga duración que se inducía después de la infección con el primer virus SARS, que, dicho sea de paso, era 8 a 10 veces más letal, y su epidemia se controló sin necesidad de vacunación. 

Tiempos raros, no cabe duda. Tiempos raros que terminarán cuando rompamos esa espiral y digamos, con todas sus letras, “¡ya basta!”.

Finalmente, me parece importante hacer una precisión con los datos del estudio al cuál hice referencia, porque podría haber sido no clara con la forma en la que lo redacté (ya lo he editado para evitar la confusión). 

El número de datos en el que se basaron fue de 352,326 personas que aparecen en la base de datos de Qatar como positivos a SARS-CoV-2. Se dieron solamente 1,300 reinfecciones, y de estas, sólo 4 fueron hospitalizados (con ningún caso de terapia intensiva y ninguna muerte). 

Es necesario considerar ese denominador (1300) y no el del número total de personas, que incluye a los de primera infección y a las reinfecciones. 

Sus resultados: hay 90% menos probabilidad de ser hospitalizado si cuentas con inmunidad natural y vuelves a infectarte que el riesgo para infecciones primarias y 0% de probabilidad (con base en su estudio) de que sea grave el cuadro y mueras.  

Como vemos, nuestra inmunidad es muy eficiente y muy segura.



* La autora es Doctora en Ecología Molecular por la Universidad de Cambridge y Profesora e Investigadora de Tiempo Completo en la Universidad Autónoma de Querétaro

Karina Acevedo Whitehouse

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