Celebra Evgenia Epshtein el poder de la música

Ante el colapso de la Unión Soviética en 1990, la familia de la violinista Evgenia Epshtein (Ekaterimburgo, 1973) sintió que las circunstancias no eran favorables para los judíos en el país donde hasta entonces habían llevado una vida tranquila, y emigrar a Israel se presentó como la única alternativa.

Aunque al llegar a Tel Aviv de inmediato el clan se sintió «en casa», la intérprete no minimiza el impacto emocional de la migración.

«La migración es la migración, y por aquel entonces, cuando salimos de la Unión Soviética, pensábamos que era para siempre», recuerda la violinista, quien entonces tenía 17 años.

«La sensación era que nunca más vería a mis amigos, a mis compañeros de clase, a mi anterior profesor (Vladimir Milshtein), que dejaba el país para siempre y llegaba a un mundo completamente desconocido».

Epshtein encontró en la música el soporte emocional que necesitaba al comienzo de su nueva vida y, en entrevista, opina que también puede serlo para cualquiera sin importar si han vivido en carne propia la experiencia de la migración.

«En nuestros tiempos, la música es lo que nos ayuda a ser normales.

«Creo que los músicos somos afortunados desde cierto punto de vista, siempre podemos escapar al mundo de las artes y la música», añade la violinista, afincada actualmente en Croacia, donde enseña.

Milshtein, aquel profesor que fue tan importante para ella, también dejó la Unión Soviética para asentarse en una geografía insospechada: Guadalajara, donde continúa impartiendo clases.

Durante una década, desde los 6 años hasta la secundaria para músicos dotados, Epshtein estudió con él, y desde su separación, en 1990, nunca más han vuelto a verse.

Pero la música le traerá ahora el regalo del reencuentro, más de 30 años después, y sucederá en un concierto que la violinista ofrecerá esta semana con la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, que conmemorará los 70 años de relaciones diplomáticas entre México e Israel.

Y es que entre el público estará Milshtein, quien viajará expresamente de Guadalajara a la Ciudad de México para la presentación, el jueves 2 a las 20:00 horas.

«Estoy muy emocionada de ver a mi maestro entre el público, estoy muy feliz de reencontrarlo», asegura vía telefónica desde Croacia la solista internacional, una violinista con gran experiencia en la música de cámara y quien además es fundadora del Cuarteto Aviv, con el que tocó en México por primera y única vez hace años.

El programa

En el concierto que ofrecerá en el Palacio de Bellas Artes, bajo la dirección de Luis Samuel Saloma, Epshtein actuará como solista con la orquesta del recinto, con un programa que contemplará obras de compositores como Wolfgang Amadeus Mozart y Johann Sebastian Bach, y estará acompañada de su colega Adrián Justus, también violinista, y quien sirvió como enlace con la Embajada de Israel para hacer posible la presentación.

Ambos tocarán por primera vez juntos, a pesar de conocerse desde hace 15 años. Entre las piezas destaca, por ejemplo, el Concierto para dos violines en Re menor de Bach.

«Todos los compositores llevan a la música sus ideas y pensamientos más íntimos, y es posible conectar con la música sin tener que saber qué número de una sonata o el opus de una sinfonía, basta con conectar con el sonido y la emoción de la música», explica Epshtein, quien tiene a Bach, junto a Johannes BrahmsJoseph Haydn y Antonín Dvorak, en su panteón personal.

El programa también incluirá Praeludium y Allegro, del estadounidense Fritz Kreisler, en el estilo de Gaetano Pugnani, una obra con una peculiar historia, según recuerda Justus, pues Kreisler, violinista que daba sus primeros pasos como compositor, la atribuyó falsamente al italiano del siglo 18 e inventó que halló ésa y otras obras del barroco en un monasterio del sur de Francia.

Fue una ingeniosa manera de lograr que su obra, de principios del siglo 20, fuera tocada por grandes intérpretes al atribuirla a grandes músicos como Pugnani y Antonio Vivaldi, aunque finalmente terminaría por revelar la verdad a The New York Times en los años 30.

Sobre lo que espera del concierto, Epshtein se muestra entusiasta, y es que confía ciegamente en el poder de la música. Al tocar, su principal cometido es conmover a la audiencia.

«Cuando toco el violín, me siento libre», dice la intérprete. «(La música) es una forma de sanación, de poder ir a un más allá de la realidad».

Y en su caso, la llevará al ansiado reencuentro con su maestro de instrumento.

Benito Figueroa

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