Indaga De Tavira la existencia con obra de Beckett

Samuel Beckett (1906-1989) no es de los autores que Luis de Tavira habría pensado, por sí mismo, dirigir y mucho menos actuar.

Pero con el experimentado director de escena se cumplió lo dicho por Juan José Gurrola: «A los hombres de teatro sensibles se les aparece en algún momento de su vida el abismo existencial y la profundidad filosófica» del dramaturgo irlandés.

De Tavira asume como un reto actoral la invitación hecha por Sandra Félix para protagonizar La última cinta de Krapp (1958), obra en un solo acto en que un hombre envejecido y solitario, en su cumpleaños, escucha las grabaciones que hizo 30 años atrás, donde reflexiona sobre la vida y el amor.

«Yo he considerado a Beckett toda mi vida. Obras como Esperando a Godot o, sobre todo, Final de partida, me parecen momentos culminantes de la búsqueda de la consistencia del teatro en nuestro tiempo, pero debo agradecer a Sandra que me lo haya puesto enfrente para hacerlo», responde el también actor.

El irlandés comenzó a escribir La última cinta de Krapp al enterarse que Ethna MacCarthy, poeta y pediatra, su gran amor, padecía un cáncer terminal. Y en ella recurre a los recuerdos de infancia y juventud, sus historias amorosas, la muerte de su madre y su revelación artística para construir el personaje de la puesta.

«Se vuelve una obra profundamente íntima y verdadera», plantea Félix. «Pasa por el centro del arte, pero viene de unas memorias personales, y creo que ahí es donde el arte trasciende, cuando es honesto, verdadero, íntimo, y cuando parte de la sencillez de las emociones».

Siempre es pertinente montar Beckett, pero más en la edad madura, añade la directora de escena, cuando «el significado de la existencia y la trascendencia», del paso por este mundo, el hecho de haber nacido y seguir el camino hacia la muerte, «no es cosa de menos sino de más».

«Esta reflexión del paso del tiempo, de la vida, del amor y de la muerte se refleja justamente en las obras de Samuel Beckett y en especial en La última cinta de Krapp«, enfatiza.

En diálogo con la actuación

La directora tenía claro qué podía aportar De Tavira, presencia fundamental en el teatro mexicano: «Una esencia importantísima humanística que dota al personaje, que está en la edad y en el momento en el que puede aportar toda esta universalidad partiendo de su ser mexicano».

De Tavira dice asumir con humildad el reto de interpretar a Krapp, aunque él mismo no se considere un actor, lo que no quiere decir que no le atraiga profundamente la posibilidad de hacerlo pero siempre con el propósito de estar en «diálogo con el arte de la actuación».

«Este ejercicio de volver al escenario, de volver a ser actores es el ciclo perfecto para comprender el teatro desde adentro», opina Félix, quien lo vio actuar en La fundamentalista y en La última sesión de Freud.

De Tavira se aproxima a este Beckett a partir de la lectura que hizo el dramaturgo inglés, Nobel de Literatura, Harold Pinter, quien llegó a considerar al dramaturgo y poeta irlandés como «el más valiente y despiadado escritor disponible» que entre más «te restriega la mierda en la nariz, más se lo agradeces».

Pinter conocía bien la obra: asistió a su estreno en Londres con el actor irlandés Patrick Magee en 1958, y él mismo interpretó a Krapp como actor en 2006; lo hizo en una silla de ruedas eléctrica, aquejado de un cáncer de esófago. Ofreció sólo diez funciones, en un momento que quedó registrado en un filme bajo producción de la Royal Court Theatre y que puede verse completo en YouTube.

«En efecto, Harold Pinter es una clave también aquí. Yo redescubro a Beckett en el sentido de quien lo aprecia en la consideración, no sólo de su lectura, sino de su manera de refundar la teatralidad o de plantear los problemas de la existencia con esa fuerza, a partir de cómo fue leído por Pinter», explica De Tavira.

«Pinter es el dramaturgo de lo no dicho en lo dicho», sentencia.

Memoria del futuro

En lo no dicho, De Tavira cifra una «clave beckettiana»: lo que importa es asomarse «de lo que no se dice a lo que no es posible decir». Y entonces, aquello que se dice es «solo un destello de lo que no se dice».

«Es un teatro hecho para ser experimentado, para ser escuchado, no para ser leído. Cuando es solamente leído, se cae en la tentación en la que cayó (el crítico) Martín Esslin cuando llamó a esto ‘Teatro del Absurdo’, y eso a mí me parece que es la inadecuación total de un juicio crítico.

«De Beckett se podrán decir muchas cosas menos que sea o resulte absurdo, lo que no quiere decir que no muestre deslumbrantemente nuestro sinsentido o nuestra ilusión y aspiración de sentido existencial», enfatiza De Tavira.

Resalta la audacia de Beckett al usar el recurso del magnetófono en la obra, en el examen de la propia vida que hace Krapp durante la celebración de su cumpleaños 69, en su propio confinamiento.

En The Making of Samuel Beckett’s Krapp’s Last Tape, el estudioso Dirk van Hulle refiere que el autor se «inspiró en la «voz cascada» de Magee mientras Beckett escuchaba una grabación de la emisión de la BBC del actor leyendo extractos de su novela Molloy en diciembre de 1957.

«Entonces se suscita un diálogo, porque esta obra no es un monólogo, es un diálogo con la voz de la memoria», dice De Tavira.

La memoria, añade, no es un asunto del pasado sino más bien del futuro: ¿Qué es lo que va a quedar y no va a ser olvidado? ¿Qué habrá quedado de esto tan intensamente vivido?

Una obra que, a juicio de la directora, enfrentó a ambos al reto de «refrescarse en la teatralidad«.

«El teatro es un gran juego humano teatral», define Félix.

Un juego que sella el encuentro de un hombre sensible de teatro con el genio de Beckett.

La obra cuenta con la escenografía e iluminación de Philippe Amand, el vestuario de Jerildy Bosch y el diseño sonoro de Rodrigo Castillo Filomarino.

Después de haber presentado diez funciones en el Centro Cultural Helénico, la producción volverá a escena en dos únicas fechas en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris (Donceles 36, Centro) el viernes 17, a las 20:30 horas, y el sábado 18, a las 19:00 horas.

Esperanza Padierna

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