Busca Edward Norton proyectos que lo desafíen

A sus 53 años, Edward Norton ya no quiere devorarse el mundo del cine película tras película: ahora prefiere comérselo con calma, a bocados.

De unos años para acá, su presencia en la pantalla ha disminuido, y si sus apariciones son a cuentagotas, medita en una charla telefónica, se debe a que ya no acepta proyectos banales o insustanciales, sólo por estar activo.

«Conforme he envejecido, prefiero esperar a esas propuestas recurrentes que no abandonan mi cabeza. A veces con algunas, después de un tiempo, te das cuenta que se han esfumado.

«Para decidir qué haré, me guío con ideas artísticas que me acosen como fantasmas, que se metan debajo de mi piel», dice el estadounidense nominado a tres premios Óscar.

Algo así le ocurrió con su participación en Glass Onion: Un Misterio de Knives Out, película de comedia y misterio de Netflix en la que encarna a Miles Bron, un multimillonario de la tecnología.

Detrás del megalómano personaje, hay quienes han querido ver una parodia del polémico Elon Musk, fundador de Tesla y dueño de Twitter, quien cada dos por tres sale en las noticias.

«Estas personas con un gran ego, o que se tienen en alta estima, pueden ser terribles, dramáticas, espantosas. En una comedia, son divertidas. En realidad, (Miles) es un destilado de mucha gente que está en las conversaciones sociales».

Oriundo de Boston, Norton es uno de esos actores que podría tener el tanque del ego hasta el tope, pues es protagonista de varios largometrajes cuya resonancia ha viajado muy lejos.

En Historia Americana X (1998), ayudó a narrar una historia sobre el auge del extremismo de derecha, y en El Club de la Pelea (1999), otra sobre la violencia, la masculinidad y las garras de la publicidad, lo que no pierde potencia.

«A Historia queríamos hacerla atemporal, porque la rabia, la furia y sus efectos son atemporales. Las ideas que expresamos ahí ahora son más mainstream, cuando antes eran perimetrales. Es descorazonador.

«En El Club, la idea era sobre entrar a la vida adulta, cómo la vida corporativa nos convierte en tuercas de la maquinaria, los efectos de la publicidad y el deseo de la gente de ser auténtica y no parte del decorado», reflexiona.

El intérprete subraya que se siente bendecido por el privilegio de ganarse la vida en algo que, bien visto, podría resultar un juego de niños: disfrazarse y fingir ser alguien más.

Pero critica que a los histriones, la sociedad los haya convertido en celebridades y no en simples contadores de historias que sí, hacen magia, pero en equipo.

«Los actores recibimos demasiada atención», se queja.

Al igual que ha aprendido a demorarse en escoger trabajos, Norton, casado y con dos hijos, señala que ya no tiene a su carrera en un altar.

«Claro que disfruto el trabajo, pero soy afortunado, tengo una familia y mi vida involucra más cosas que mi carrera. Puedo mantenerla en balance. Cuando eres más joven, puedes sentirte un esclavo de tu carrera. A mí me gusta más la idea de que sea tan sólo parte de un tapiz más grande».

La dirección, un compromiso

Hace tres años, Norton estrenó Huérfanos de Brooklyn, película basada en la novela de Jonathan Lethem, apenas su segundo crédito como director.

Promete que volverá a sentarse en la silla al mando de una producción, aunque quizás pase mucho tiempo antes de que eso ocurra.

«Mis hijos son pequeños, así que siento que si me ausento dos semanas ya cambiaron mucho rápidamente. El tiempo es valioso y dirigir algo no se debe tomar a la ligera.

«Hablé sobre ello con Alejandro (G. Iñárritu, su amigo y quién lo dirigió en Birdman). Él dice que la dirección es un compromiso total: no puedes hacer nada más durante algún tiempo, debes estar presente siempre en todo. Te consume. Pero sí, volveré a hacerlo».

Bonifacio Zamacona

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