En un ambiente de euforia masiva, millones de personas acompañan a lo largo de las autopistas y calles de Buenos Aires el recorrido de Lionel Messi y su selección en la caravana para celebrar la Copa del Mundo, la tercera de Argentina.
En un autobús descapotable que avanza a paso lento, tratando de abrirse paso entre la multitud, los jugadores muestran exultantes la Copa conquistada el domingo ante Francia.
El recorrido que comenzó poco antes del mediodía local será de unos 70 kms y se calcula que pueda tomar más de ocho horas.
«Yo ya con verlos pasar es mucho. Si Messi nos mira a los ojos, a la cámara, ya está», dijo a la AFP en el Obelisco Valentín Pino, de 19 años. «¡Después de tanto sufrimiento, ya se consagraron!», celebró con una sonrisa.
En el centro porteño hay un ir y venir de simpatizantes con banderas argentinas por doquier. Bocinazos, cornetas, y el corear espontáneo de «Muchachos…» el hit mundialista se escucha en cada esquina.
El gobierno decretó feriado nacional para facilitar la participación en la fiesta multitudinaria.
«Voy al Obelisco porque ganó Argentina. Hacía 36 años que no ganaba. Yo tenía 6 años cuando ganó en 1986. No puedo explicar con palabras sino con emoción», dijo a la AFP Paola Zattera, una empleada administrativa de 43 años.
«Buen día», escribió el capitán Messi en una publicación en sus redes sociales desde la cama del complejo de la AFA durmiendo abrazado a la Copa como un niño con su juguete más preciado.
Con la Copa en la mano y una enorme sonrisa, el capitán había descendido de las escalerillas del avión y saludó a la multitud entusiasta que estuvo esperando en vigilia a su selección.
Su llegada al aeropuerto de Ezeiza fue celebrada por el grupo «La Mosca Tse tse», que en la misma pista de aterrizaje entonó «Muchachos», la canción convertida en el himno de este torneo.
Las autoridades dispusieron un operativo de seguridad con desvíos de tránsito y postas policiales para prevenir desmanes a lo largo del recorrido.
Entre bombos, banderas y camisetas con la estampa del «10» de Messi, familias enteras pasaron la noche tratando de hacerse un lugar para ver, aunque sea fugazmente, el paso de sus ídolos.
En el centro de Buenos Aires hay muchos que han venido de otras ciudades, tan lejos como Bariloche (en la Patagonia, sur), o de Rosario, la ciudad de Messi y Ángel Di María, y de las ciudades de la periferia de Buenos Aires.
«El pueblo argentino es muy futbolero, y se nos venía negando los mundiales. Esta nueva camada vino con mucha fuerza. Es muy festejado por las nuevas generaciones. Yo tuve la suerte de ver a (Diego) Maradona jugar, era yo muy chiquito cuando ganó el título de 1986. Esto es muchísimo premio para el pueblo argentino, lo merecía. Esta selección está muy unida al pueblo argentino», dijo a la AFP Luciano Peralta, un comerciante de 41 años de Rosario.
El Obelisco de la avenida 9 de julio de Buenos Aires ya congregó a más de un millón de personas el domingo con la consagración y vuelve este martes a ser el epicentro de una celebración multitudinaria.
No está claro si el plantel argentino visitará la Casa Rosada, la sede del Gobierno, y saludará a los aficionados desde el balcón de la histórica Plaza de Mayo como ocurrió en los títulos de 1978 y 1986.
La tercera estrella llega después de 36 años de espera en los que Argentina perdió dos finales de Mundial en 1990 y 2014.